uno
Alguna vez voy a estallarme el cuerpo de
tantos golpes prodigados a tu nariz para
quitarle la fragancia del perfume de mi vestido
que te llevaste una tarde mientras reíamos bajo
un cielo naranja y unos pájaros
perdían sus alas en pleno vuelo.
La sangre que escupas voy a untarla
en un pañuelo blanco de encaje que
sabré remojar en ocasiones para paliar la fiebre
que a veces me invade.
Fiebre maldita ante la ausencia de tu falta de respeto
o en el peor de los casos, el silencio constante de tus manos.
María Magdalena debías de llamarme y sin embargo,
María a secas pronunciabas en noches hemorrágicas, las cuales vendabas.
Santo y puta, evidentemente,
es una mezcla que nunca funciona.
Abro las piernas con el único fin
de que me brindes una muerte
decente, arrojes soles a mi noche o
grites fuerte, fuerte, fuerte,
para quebrar mi autismo de años.
Separo las manos hacia los
costados, alabando el pecado y
el dolor.
Son tus dedos los que alimentan
mis entrañas hambrientas y tus cabellos los
que rozan mis labios secos.
Rezo y gozo sin aire casi, susurrando con mi
lengua antes, la forma del pájaro y la flor.
Muero finalmente como deseaba, sabiendo
que el fracaso narcotizado ya no es,
decente, arrojes soles a mi noche o
grites fuerte, fuerte, fuerte,
para quebrar mi autismo de años.
Separo las manos hacia los
costados, alabando el pecado y
el dolor.
Son tus dedos los que alimentan
mis entrañas hambrientas y tus cabellos los
que rozan mis labios secos.
Rezo y gozo sin aire casi, susurrando con mi
lengua antes, la forma del pájaro y la flor.
Muero finalmente como deseaba, sabiendo
que el fracaso narcotizado ya no es,
sólo existe el amor.
La sonrisa vertical al aire
a pesar de las manchas de sangre
del cielo cristalizado, hecho añicos sobre el
pecho.
Los pájaros azules de antaño vueltos cuervos
o las flores blancas sepultando el
cuerpo.
Sé que está lleno de chicas listas y bellas
pero sobretodo, rápidas y baratas
cuando yo nunca he sabido tener precio.
Me aferro al
árbol - cópula,
entregando los restos
barnizados, apenas, con el semen
del cielo cristalizado, hecho añicos sobre el
pecho.
Los pájaros azules de antaño vueltos cuervos
o las flores blancas sepultando el
cuerpo.
Sé que está lleno de chicas listas y bellas
pero sobretodo, rápidas y baratas
cuando yo nunca he sabido tener precio.
Me aferro al
árbol - cópula,
entregando los restos
barnizados, apenas, con el semen
que desangra su yo muerto.
La chica ojos tristes rostro actriz de cine,
opiácea, soporífera, sangrante
envuelta en tres, sólo tres palabras:
amapola/ suicidio/ Rimbaud pero también
en una frase:
“Tarde. La palabra tarde siempre: tarde rosada,
tarde de cenizas de cigarrillos en las manos y tarde de llegar
tarde a todos lados”
derrama la blancura de las cosas tan blancas
por aire, cuello, tierra, mesa.
Cocaína. Semen. Estrella.
Amor, odio,
violencia, muerte y
por qué no,
la vida
envolviéndola con furia cuando ya está
de vuelta.
opiácea, soporífera, sangrante
envuelta en tres, sólo tres palabras:
amapola/ suicidio/ Rimbaud pero también
en una frase:
“Tarde. La palabra tarde siempre: tarde rosada,
tarde de cenizas de cigarrillos en las manos y tarde de llegar
tarde a todos lados”
derrama la blancura de las cosas tan blancas
por aire, cuello, tierra, mesa.
Cocaína. Semen. Estrella.
Amor, odio,
violencia, muerte y
por qué no,
la vida
envolviéndola con furia cuando ya está
de vuelta.
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