domingo, 18 de noviembre de 2012

la noche blanca

de Luis Alberto de Cuenca


Cuando la sombra cae, se dilatan tus ojos,
se hincha tu pecho joven y tiemblan las aletas
de tu nariz, mordidas por el dulce veneno,
y, terrible y alegre, tu alma se despereza.

Qué blanca está la noche del placer. Cómo invita
a cambiar estas manos por garras de pantera
y dibujar con ellas en tu cuerpo desnudo
corazones partidos por delicadas flechas.

Nieva sobre el espejo de las celebraciones
y la nieve eterniza el festín de tus labios.
Todo es furia y sonido de amor en esta hora
que beatifica besos y canoniza abrazos.

Para ti, pecadora, escribo cuando el alba
me baña en su luz pálida y tú ya te has marchado.
Por ti, cuando el rocío bautiza las ciudades,
tomo la pluma, lleno de tu recuerdo, y ardo.


por aquello del misterio

de Nuria D. Valero


Vénganme guadañas afiladas,
véndanme a dos hienas insaciables.
Y que no lo aguante.
Válgame la vida dos reales.

Y que no lo aguante
y que me saquen lo más triste
clavada mi alma llena de ojos
en los carretes de funerales intestino grueso.

Como si de un almacén embargado
aviado de viejos polvos y turistas
de subastas clandestinos torpes,
por aquello del misterio.

Tírenme a un río sin cauce
pero que lo llamen río
como a mí mujer, amante,
de donde mueran los peces.

Si es esto, si es todo esto,
que llegado el momento,
por aquello del misterio,
názcanme algas de la boca.

Si sólo, si es todo esto,
márchenme primero los orgasmos
pero que los llamen muerte.
Y después, que no lo aguante.