jueves, 30 de agosto de 2012

la alucinación de una mano, o la esperanza póstuma y absurda

 de Leopoldo María Panero
A Isa-belle Bonet
«Todo el bienestar del mundo
lo encuentro en Suleika
cuando la achucho un poco
me siento digno de mí mismo;
si me dejara -perdería los ojos.»

(Goethe, Diván oriental-occidental)


     
      Una mujer se acercó a mí y en sus ojos
  vi todos mis amores derruidos
y me asombró que alguien amase aún el cadáver,
alguien como esa mujer cuyo susurro
repetía en la noche el eco de todos mis amores aplastados
y me asombró que alguien lamiese en las costras
                                                                             todavía
tercamente la sustancia que fue oro,
aquello que el tiempo purificó en nada.

          Y la vi como quien ve sin creerla
          en el desierto la sombra de un agua,

la amé sin atreverme a creerlo.

          Y la ofrecí entonces mi cerebro desnudo,
          obsceno como un sapo, obsceno como la
                                                           vida,
           como la paz que para nada sirve
           animándola a que día tras día lo tocase
           suavemente con su lengua repitiendo
           así una ceremonia cuyo sentido único
           es que olvidarlo es sagrado.


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